Thursday, June 22, 2006

ocho de nueve

Thursday, June 15, 2006


Saber comer a besos

Quien conozca algo mejor que comer a besos que levante la mano, que esta autorizado a pasar la página. Los que no, cierren los ojos y piensen en el mejor beso que han dado en su larga vida de presumidos besucones. Y es que un beso es mucho más que el éxodo estrepitoso de 40 000 parásitos y 250 tipos de bacterias; mucho más que una palabra de onomatopeya cursi y simplona, es por sobre lo demás, la mejor manera de decirlo todo, cuando no hay más nada que decir.

Existen más tipos de besos que pares de zapatos en el closet de una mujer, solo que los primeros son más difíciles de clasificar, no tienen color, ni ocasión en especial. Es fácil caer en la tentación de ordenarlos según su importancia, pero ni ser el dueño de la verdad me permitiría salir bien librado. De algo estoy seguro, no perderé el tiempo explicando lo del beso de hola ni el beso de chao; esos no cuentan, no pasan de ser simples testaferros avergonzados de la pasión. Es mejor sin duda dejarme llevar por los recuerdos, las anécdotas, las historias, mías y no tan mías, y entrar en la cuenta. Empezar por el primer beso de la vida suena coherente, ese que te regalan, porque solo el primero lo recibes, el resto, los das. Ese que plantas en los labios, rosados aún, a la noviecita del barrio, la más linda de todas, para ti obvio, con los ojitos cerrados, la boquita entreabierta y el corazón agitado. No falta la pierna levantada hacia atrás y las manos desorientadas que nunca te sobraron tanto como ese día, porque no hay lugar donde ponerlas sin parecer un bruto. Pero ese no pasa de ser el primero, siguen los besitos y los besotes, los ruidosos y los que dejan escuchar a los grillos en el jardín; el de galán de la noche y el de enamorado sincero que jura amor eterno, aunque sea solo este año nomás. Está el beso de ojos abiertos, curioso,
analítico y egoísta; el de ojos acerrojados, franco, dulcemente desprendido, amarihuanado hasta el tuétano. Besos de bocas que se estorban y besos volados de los que uno se arrepiente, aunque algunas veces rectificas y corres a dejarlos a destino, justo cuando ya cerrabas la puerta. Los besos en la boca, en la mejilla, en la frente, en el cuello y en el hombro, todos con el mismo amor de hombre; los que te di en la espalda, esos no son de hombre, ni siquiera humanos. El beso que se respira, el que se roza, el que se toca, el que se siente y el que confunde los labios con marshmallows. El beso que se da en la calle, en tu casa o en la mía, el que te di delante de todos y el que me diste a espaldas de tu madre, o mejor aún, los que nos dimos, en la playa más desolada o entre rejas infranqueables. El beso de debajo de las sábanas en la noche y en la madrugada. El beso a la boca perfectamente cincelada para la tuya, el que das a bocas equivocadas, los besos a la mejor mujer de tu vida y los que son para la mujer de tu vida, tan parecidos como un hipopótamo y una mariposa. ¿Y el beso sin nombre preguntarás? Menos alcohol y quiérete más te respondo. Te hablo en cambio del beso con tres nombres y dos apellidos, del beso en el pie y en la mano, del beso de esposo a la mujer que nunca viste, en fin. ¿Y cual es el mejor de los besos a tu modo de ver alucinado dueño de la verdad? - me preguntaras mientras bostezas. Pues nunca una pregunta más fácil de responder. Sólo hay un tipo de beso que no sucumbe anquilosado ante tus ojos, solo uno que no muta en recuerdo en tu memoria y se revela como fotografía sepia. El mejor de los besos, cuando se sabe comer a besos, es aquel que aún no has dado.

Sunday, June 11, 2006

"Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo estar equivocado"
Oscar Wilde

Friday, June 09, 2006

"Estamos condenados a la libertad"
Jean-Paul Sartre

La Línea

Me sentaba, en aquellas noches de aquel año, frente a la maquina tratando de escribir, o de escribirle, y siempre el martirio acababa en dos párrafos que ni yo mismo entendía y que eliminaba sin culpa alguna. Entonces, cuando me hice hombre, tomé mi historia, me la eché al bolsillo y me largué de ahí.

Ahora, seis años después, con mi nueva vida que se parece tanto a la que me llevé, regreso hasta aquí para las cuentas pendientes, porque si una historia no cambia, menos mi musa, que aún sonríe, que aún respira por ahí tan ajena a mí, sin tan siquiera saber que quise escribirle y que huí en busca de dos párrafos que no fueran tan vulnerables.

Tomé en aquellos años el camino rumbo a “donde sea”, y empecé a caminar por el margen derecho, teniendo como guía la infinita línea blanca que tantas veces me pregunté quién había pintado. Si lo tuviera en frente, me decía, lo abrazaría y le daría mil gracias por la inmensa contribución a mis dos párra
fos. Mis pasos fueron torpes al principio, me tambaleaba de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, pero no pasó mucho tiempo hasta que pude mantenerme justo sobre ella para siempre. Las arenas interminables del paisaje me devoraron al terminar la segunda semana; no había gente, ni animales ni vegetación; solo arena, cielo y una línea blanca de la cual ya nunca me caería. Tuve sed y hambre, el cansancio me doblegó más de una vez, la soledad y el nudo en la garganta se sentían a cada paso y me rompían el alma a sablazos. Pero todo fue solo al principio, cuando aún podía dar media vuelta y regresar corriendo sin asumir fracasos. Luego, pronto, fui conciente que no había vuelta atrás, que no existía nadie más que yo en este mundo, que no iba a encontrar nunca gente, ni animales ni vegetación, que no había pintor de brocha gorda a quién abrazar, ni mujer a quién escribirle dos párrafos de amor, y fue entonces que me perdí.

Seis años para perderme y encontrarme, seis años en que no ví nada ni conocí a nadie, no bebí agua ni probé bocado, solo caminé, me perdí y me encontré. ¿Qué más necesita un hombre? ¿Acaso hay algo más que ver aquí? ¿Necesito más tiempo en esta pocilga hecha mundo?, y entonces ¿Para que regreso al punto de partida? Esa pregunta si tiene respuesta, regreso para hacer lo que deje pendiente, y decirle que no necesito de dos párrafos para explicar lo que siento por ella, sino tan solo, una línea infinita que me pierda, me encuentre y me regrese hacia el punto de partida.