Monday, July 24, 2006

Quien me da una manito

Siempre. Mentira, no siempre, he tenido debilidad por las manos de mujer. En realidad es un gusto que desarrolle a partir de un capítulo importante en mi vida, y que, como tantos otros aparentemente nimios, son los que me van haciendo la mixtura que hoy tengo frente al espejo. Pero mi afición hacia ellas (junto con los pies que es un tema que no tocaré), siempre tuvo que ver con su aspecto, estructura y color. Amo las manos largas, extremadamente largas, como sustraídas de alguna obra de El Greco en el clímax de su Manierismo, que empiezan en un punto fijo y tienen como culminación algún lugar que aún no conozco; adoro los tonos pálidos, la mezcla de amarillos y rosados que conciben ese tono tan asifixiantemente femenino; me seducen las uñas alargadas, del formato preciso para excitar y atraer a la presa, y a la vez, poderle desgarrar la espalda sin piedad cuando la situación amerite. En fin, en mi modo de ver la vida, entiendo que las manos gritan, hablan y susurran, al igual que lo hacen una mirada cómplice o unos labios entre abiertos, con la añadidura, sin lugar a dudas, que acarician mejor. Pero lo que descubrí luego de varios años de jactarme como autoridad nacional en manos, es que había dejado pasar quizá la más importante de todas las razones para caer rendido ante ellas: su suavidad. Y es que cogí una, hace tan poquito tiempo que aún la siento, jugando a que te rozo y a que te dejo, jugando a que te tomo y que ya no te suelto, y de tanto jugar y jugar, me quede sin juego y sin palabras, pues esta manito venía al concurso con su argumento de “soy suave y no me mires”, porque la verdad, no necesitaba pavonearse ni hacer alarde de sus formas o sus modos, y es que cuando se es suavecita, el resto se lo dejo al Greco. Si intentara describir la textura de esta manito casi invisible, tendría que inventar palabras y crear algunos nuevos adjetivos que la real academia me rechazaría por atrevidas y obviamente, porque quien diablos seré yo para andar por ahí de creativo, así que me limitaré a decir que lo más parecido que he encontrado en las últimas 48 horas es una gelatinita que estaba olvidada en el fondo de la nevera. ¡Dios! ¡Que rica que estaba!...claro, la gelatina también.

Sunday, July 16, 2006

Quien necesita dormirse

El problema que acosa al señor Luis es que hay días como hoy, días en que uno ya tiene su vida enrumbadita y todo, bien cogido a la realidad como le recomendaron entre sabanas, porque hay que estar bien loco para andar de soñador en estos tiempos; y justo ahí, en ese momento, cuando uno ya puede apretar los dientes, fruncir el ceño y fingir cara de macho revolucionario, comete el error de bostezar, acomodarse, jalar la frazadita hasta tapar la cabeza, y vencido por el sueño, soñar con ella.

Porque si sueña con ella retrocede cinco o seis años y se reconvierte a soñador ¿verdad? Pues el señor Luis, converso esta noche, soñador esta tarde, imbécil de por vida, alza la voz de protesta y clama furioso - Quién carajo le hizo perder tanto tiempo. Porque no se vale esto de andar esforzándose para graduarse con honores como realista de vanguardia, cuando uno nace, se hace y va por la vida teniendo tanta alma de cretino soñador, no se vale de verdad.

Así que el señor Luis se despabiló como a las cuatro, quito la frazada, estiró los brazos, reparó en el sueño con ella sin ella, porque no la vio, sino que la percibió en los objetos pendientes que dejó un cartero entre brumas; y así se decidió a reconocer que no solo la extrañará en sueños, sino que sentirá su ausencia también despierto, como siempre y como merece el caso. ¡Caramba!, y pensar que hay quienes dicen que uno no necesita dormir para soñar, cuando además se necesita tanto soñar para volver a vivir.

Monday, July 10, 2006


John W. Lennon. Existen seres que, con calidoscopio en mano, trascienden su estancia física en el mundo de los pálidos intrascendentes, seres que influyen a generaciones posteriores con su obra universal, aún cuando los que no caen envueltos en la magia que practican y con la que nos envuelven, nos descubren todas sus aberraciones, muchas veces imperdonables en cualquiera de los que pertenecemos al llano. Y es que tanto los unos como los otros, somos todos entes ambivalentes en esencia. No soy un fanático de Lennon, y hasta confieso haberme inclinado a comprar el último trabajo de Arjona en lugar de Double Fantasy en más de una oportunidad (peor aún, lo seguiré haciendo), pero lo cierto es que el hombre permanentemente triste, como lo veo yo, no ocupa un lugar entre los otros 8 dueños de la verdad por haber sido el líder-genio-compositor de los músicos más importantes en la historia, tampoco por ser testimonio viviente de que uno se puede enamorar profundamente de un alma sin importar el rostro ¿cierto Yoko?, y menos aún por su disposición permanente y altruista de ser el conejillo de indias de cuanta sustancia alucinógena se inventara; sino porque, si bien hay seres que hacen de este un mundo mejor con sus obras y con su ejemplo de vida, hay otros que lo hacen con sus palabras, y este es el sitio de Sir Lennon, irrenunciablemente. Sólo alguien que ve más allá de lo que el vulgo ve, y en forma tan clara, que encuentra lo obvio donde todos buscan lo complejo, que descubre lo simple de “quiero coger tu mano” como principio de vida, cuando el resto de nosotros quemamos el tiempo preguntándonos como diablos funciona un microondas, solo alguien así puede ser considerado un dueño de la verdad, y Lennon lo hizo con tan solo siete palabras y nos lo escupió en la cara “War is over, if you want it”… ¿suficiente no?