Sunday, October 29, 2006

La Paz que me das

Va con mi ego decir que siempre he calculado que mi mejor virtud es saber lo ignorante que soy; pero que sorpresas que se da uno. Siempre creí que si la integración en América Latina empezaba, Perú y Bolivia serían los llamados a iniciarla, debido claro está, a su historia en común, y por que no decirlo, sonrojándome queda claro, por el color de nuestra piel. Nada más lejos de la verdad. Encontré en La Paz una ciudad que me recibía con un rostro conocido, de gente que podría cruzarme en alguna esquina de Tacna, Puno o Arequipa. Miradas rutinarias, olores familiares y Coca Cola donde se me antoje. Es necesario confesar que suelo esconderme en cada ciudad que visito porque no tengo alma de explorador osado, y me jacto de conocerla al derecho y al revés en mis charlas cotidianas, cuando lo único que podría describir a detalle sería la habitación del hotel; sin embargo, La Paz me invitaba a conocerla, a reconocerla más bien, a recorrerla sabiendo que todo estaría donde yo quisiera que esté. Las calles llevan siempre a una esquina innegablemente peruana y la gente interpreta muy bien el papel de “gente de tercer mundo”. Pero, cuando todo parecía ser lo que yo sabía que era, fue que escuche absolutamente nada, y la nada me presentó lo impensable. Me quede quieto, cerré los ojos y esto definitivamente no era Perú. Aquí no había bocinas reventándote el oído y la paciencia, a pesar de que el caos era el mismo; no había alguna radio chillona en cada esquina compitiendo por matarte de nervios con la misma canción de siempre, o una nueva que era igualita. La gente no gritaba, no vociferaba, ni hablaba siquiera, si no fuera para decir gracias, por favor o disculpe, en el tono más suave y maricón posible. Aquí un carajo debe sonar tan dulce como un te amo en Perú. Y es que el Loco, amigo, anfitrión y guía de los buenos (de los que no te joden el día contándote la historia de cada casona o iglesia que te cruzas) lo había dicho más de una vez en sus visitas “Los peruanos somos agresivos para hablar” y yo que reía, porque la ignorancia es la felicidad, y la felicidad me hace peruano. Que paz que me da saber que mañana será otro ruidoso día, y que me mereceré un carajo bien dado de mi jefe, por quedarme un día más en La Paz. Que extraño sentimiento este de ser peruano.

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